Con el pasar del tiempo, se hilaron un sinfín de versiones acerca del origen de este hermoso nombre que bautiza una provincia, un valle y una ciudad. Como posibles interpretaciones, algunos autores rescatan aquella que habla de una tribu, los Jujuies, moradores del valle a la llegada del español. Otros afirman que se trataría de una exclamación de alegría y sorpresa al ver algo inesperadamente bello. Cuentan que cuando los conquistadores llegaron al exuberante valle desde el norte, luego de la extenuante marcha por la aridez del altiplano, pronunciaron jubilosos “¡Ijui!”, palabra que jocosamente repetida se asemeja mucho a Jujuy.
A pesar de los incontables comentarios que se dieron al respecto, ninguno llegar a ser preciso. Sin embargo, consideramos como más acertado el expresado por el escritor jujeño Jorge Zenarruza. Él deduce que mucho antes de la llegada del español al territorio que hoy comprende la provincia de Jujuy, ya se conocía sobre la existencia de un valle, llamado por los naturales con la palabra “Xuxuy”, dicha y escrita de esta manera por los españoles. Según nos explica, el vocablo provendría de la lengua guaraní y significaría “confluencia o reunión de ríos”. Efectivamente, si vemos cualquier mapa de la zona, el valle es un perfecto embudo en el cual confluyen una decena de arroyos que vierten sus aguas al río Grande.
Sea como fuere, lo cierto es que ayer, hoy y siempre este misterioso y encantador rinconcito del país atrapará todos los sentidos de quien lo visite, así como también supo acuñar las emociones de poetas que le regalaron sus versos. El gran escritor jujeño Raúl Galán, nos dice:
Jujuy le han puesto de nombre,
debe ser cosa de Dios,
que en el idioma del cielo,
así se llama el amor.
A su vez, Antonio Paleari nos recuerda:
“Es fácil que este nombre de sonora belleza se nos escapa de los labios, ya que puestos de tal manera al pronunciarlo, sería igual decirlo que besar”.